::Víctor Ortega Vargas
En nuestra región el periodismo ha sido mancillado de las formas más perversas. Se ha convertido por en los últimos años en la vedette de tanga roja y senos grandes, en la prostituta preferida por los parroquianos de saco y corbata apoltronados en las cimas del poder.
El periodismo ha sido usado de la forma más vil por aquellos viejos coyotes cuyo único fin fue saciar su hambre pútrida dejando tirada a un costado a la profesión que Pulitzer adoraba con toda su vida.
Los viejos periodistas se han rendido genufléxos, cobardes y poco valientes ante el miembro erecto del poder, cuya felación alimentó su vicio y su dependencia el uno del otro. No existe corrupción en el mundo, sino existe antes alguien a quien corromper y en ese orden se encuentran inmersos los viejos zorros del periodismo.
Ese periodismo vetusto, descolorido por el tiempo, percudido por las viejas teorías, agazapado bajo el prejuicio de la vieja escuela. Desconocen que hoy el periodismo es mucho más que cuatro palabras bien dichas, que un comentario medianamente inteligente y que una pregunta tonta.
El periodismo se alimenta hoy en día, que vivimos en un mundo globalizado, de opiniones diversas, he ahí el éxito de los programas virtuales, de las páginas web de los diarios internacionales y de la participación que promueven los mejores canales de televisión en el mundo.
Sin ir muy lejos el gigante periodístico liderado por el Grupo Comercio, pretendió usar su línea editorial dela manera más oscura, vil y siniestra, servir a los intereses de un grupo político, algo muy común y apreciado en los canales de televisión y radios que por doquier existen en nuestras principales ciudades.
El periodismo ejercido con independencia, sin medias tintas, y sobre todo con una apertura real, se debe a la verdadera búsqueda de la información. Algo que jamás podrán entender las mentes retrogradas de aquellos periodistas que se han formado lejos de la verdadera pasión que implica el periodismo, que es la entera búsqueda de la verdad.
El médico y el abogado, al igual que el maestro hacen de su profesión una vida dedicada y apasionada por el cuidado de la salud, el primero, el estudio de las leyes, el segundo, y la pasión por desprenderse de todo con el fin de que el otro aprenda mucho mejor, el tercero.
El periodismo es similar a cualquiera de estas profesiones. Para ello uno necesita de locura, pasión y mucha paciencia por ejercerla, pero qué podemos esperar de los periodistas o aquellos lobos esteparios que dicen serlo que primero busca su interés personal y mellan el honor del otro sin importarle nada. Una vez más estos sujetos apelan a eso: el fin justifica los medios.
Se venden al mejor postor, se sientan en el muslo de quien tiene la billetera más gorda, se pegan a quien financia sus bajas pasiones, hablan dicen y escriben lo que un tercero les pide que hagan, esos señores no merecen ser llamados periodistas, más bien golfas, cuyo lupanar tienen a bien llamar periodismo, toda una pena y una vergüenza.
Quienes hemos sido formados y forjados bajo la premisa de la verdad ante todo y de la imparcialidad y que hemos comulgado con que la ética es el principal arma perfecta para equilibrar las pasiones humanas, tenemos la obligación moral de denunciar la mala praxis de nuestra profesión.
Los viejos atenienses practicaban en aquel entonces el ostracismo, método de destierro deberíamos traer ahora a nuestra realidad para alejar finalmente a todos aquellos que usan la profesión para servirse asi mismos.
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